Una frace dice mas que mil palabras y hacen trabajar nuetras mentes.
Las dijeron o escribieron –o al menos les fueron atribuidas– estadistas ilustres, oradores famosos, príncipes del Renacimiento, reyes y militares de tronío, pensadores y filósofos brillantes, dramaturgos célebres... Todas se han usado millones de veces a lo largo de los siglos, aunque no siempre en el sentido exacto que tuvieron al inicio ni con la misma intención.
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"Un gran poder conlleva una gran responsabilidad." ¿Todavía sigues con esas frases de niño de primaria.? Olvídate de de todas esas ñoñadas y aprende los dichos más célebres de las figuras más importantes de la historia de la humanidad.
“O TEMPORA, O MORES” CICERÓN, NOVIEMBRE, 63 A.C.
“ALEA JACTA EST” JULIO CÉSAR, 12 DE ENERO, 49 A.C.
Unos años después de Cicerón y Catilina pero sin salirnos de la República de Roma, el mítico César –que en la práctica acabaría con ella tras utilizar esta frase– hizo fortuna histórica con estas tres palabras, que también aparecen escritas como “Alea iacta est” y significan, literalmente, “El dado fue lanzado” o “Se echó el dado”, pero que suelen trasladarse al español como “La suerte está echada”. En realidad, quien las pone en boca del militar romano es el historiador Suetonio, que asegura que las dijo en tan señalada fecha justo antes de cruzar el río Rubicón con sus tropas y marchar sobre Roma. La expresión parece venir del comediógrafo griego Menandro y equivale en el habla cotidiana a “Que sea lo que Dios quiera”: se expresa cuando se asume una decisión con todos sus riesgos después de haberlos meditado.
“O CÉSAR O NADA” CÉSAR BORGIA, 1495
“¡MI REINO POR UN CABALLO!” WILLIAM SHAKESPEARE, 1592
“PARÍS BIEN VALE UNA MISA” ENRIQUE IV DE FRANCIA, 25 DE JULIO, 1593
Quizá tan apócrifa como la anterior, esta cita se atribuye al rey de Navarra, protestante que aspiraba al trono francés y que habría indicado con la frase, cínicamente, que esa aspiración merecía sacrificar sus convicciones y convertirse al catolicismo. Desprovista de religiosidad, se ha convertido en una defensa a ultranza del pragmatismo: hay que establecer prioridades y renunciar a algo para lograr lo que se desea, aun a costa de la sinceridad.
“PIENSO, LUEGO EXISTO” RENÉ DESCARTES, 1637
“EL ESTADO SOY YO” LUIS XIV, 13 DE ABRIL, 1655
Este tópico político, que con el tiempo ha sido replanteado de muchas maneras y en circunstancias históricas muy distintas –valga como ejemplo el “O yo o el caos” del general De Gaulle en los albores de la V República francesa, que luego sería imitado por líderes de toda laya con mejor o peor intención–, se le atribuye al Rey Sol en un discurso pronunciado ante el Parlamento de París cuando contaba sólo 16 años de edad. Con él se supone que pretendió recordarles la primacía de la autoridad real a los parlamentarios, que la habían desafiado hasta cierto punto en marzo de ese año, identificando a su persona con el Estado en el contexto de la monarquía absoluta. No obstante, la frase no consta en las actas de las reuniones, por lo que muchos la consideran inventada por los enemigos del absolutismo a partir de otras que sí están documentadas, como “El bien del Estado es la gloria del rey”. Sea real o no, son infinitas las veces que los periodistas y asimismo los historiadores la han sacado a colación, por lo general para criticar o desprestigiar la visión patrimonialista de la política y el Estado de algunos personajes, bien sean dictadores del pasado o aspirantes del presente inmediato. A Luis XV, bisnieto y sucesor de Luis XIV, se le atribuye otra que también tiene su miga: “Después de mí, el diluvio”.
“CUARENTA SIGLOS NOS CONTEMPLAN” NAPOLEÓN, 21 DE JULIO, 1798
“LA RELIGIÓN ES EL OPIO DEL PUEBLO” KARL MARX, 1844
“VENCERÉIS, PERO NO CONVENCERÉIS” MIGUEL DE UNAMUNO, 12 DE OCTUBRE, 1936
Unamuno, además de personaje inclasificable y autor de una vasta obra literaria y filosófica, fue un gran creador de lemas, como aquel “Que inventen ellos” tan criticado por la comunidad científica. Pero tal vez la más celebrada de sus frases lapidarias, repetida hasta la saciedad y convertida en emblema de la razón frente a la barbarie, sea esta que –en teoría, porque no hay ningún registro directo del momento y los investigadores no se ponen de acuerdo en si la mencionó tal cual o fue luego recreada por el articulista Luis Portillo– le espetó al fascista Millán- Astray, fundador de la Legión, en un acto en la Universidad de Salamanca, en plena Guerra Civil, que acabó como el rosario de la aurora.